Eso que llevas dentro y jamás te abandona

Algunas tardes íbamos con mi mamá a la plaza, era ahí donde jugaba con la arena, comía pochoclos y me subía a los juegos. Había niños de distintas edades. Todos estaban jugando al fútbol. Yo no me acercaba demasiado, no era bueno en eso, me sentía insegura.

Fue siempre mi madre quien me daba una mano para integrarme y siempre pasaba lo mismo. Como no era «de los mejores» y desde mi inocencia lo reconocía, aún con mucha vergüenza cuando ellos me lo preguntaban, no me invitaban a ningún equipo o si lo hacían no me pasaban la pelota.

Decididamente siempre abandonaba, tenía enormes ganas de huir y esa bendita tarde…. me salvó la lluvia. Todos emprendimos la retirada. Camino a mi casa, de repente a través de un cerco, pude divisar a unos chicos jugando.

¿Enseguida le pregunté a mi madre porqué jugaban al Rugby? La verdad no lo sé hijo mío, yo sinceramente no los entiendo, se dice que tienen una filosofía muy rara, son libres, se los ve disfrutar mucho hasta de la rudeza de los golpes que reciben. Dicen que disfrutan del viento, de la lluvia, ves como ahora, que están todos embarrados y sonriendo. También disfrutan del sol y de todas esas cosas. Se comenta que a sus amigos les dicen hermanos, que se ayudan entre ellos, se saludan sin conocerse, y nunca se sienten solos.

Cuando terminan las prácticas o partidos se abrazan como si hubiesen pasado años sin verse, todos tienen un puesto, todo se juega en equipo, y cada uno es importante y mucho. Mi madre quiso retomar el camino y yo definitivamente me detuve para quedarme toda mi vida… Y le dije: «Cuando uno no puede cambiar una situación, el que debe hacer el cambio es uno mismo». ¿Me llevás a jugar al Rugby? Mis padres lo hicieron y vaya que valió la pena. Me tocaron grandes maestros, empecé a aprender más rápido de lo que creía. Me enseñaron de juego limpio y de tener buena fe.

Siempre me sentí querido y añoro aquellos tiempos todos los días, si volviera a nacer no dudaría ni un instante en volver a repetir esa camino bajo la lluvia. Me he caído muchas veces y siempre me han estirado la mano, y viceversa. Entendí que parte de la vida es caerse y mi obligación será siempre levantarme. He llorado muchas veces, los rugbiers también lloran, pero en la batalla constante y con el espíritu de lucha, he salido adelante.

El Rugby me cambió la vida, comprendí lo que es la tolerancia a la frustración, y lo importante de ayudar al otro. Nunca más bajé la cabeza, solo cuando tuve que entrar a un maul, empuje siempre como en un Ruck, corrí tanto por mis sueños como el más veloces de los wing y volé a lo más alto como en un line por atrapar mis metas. Me tacklearon, y mucho, pero jamás olvidé que rendirse no estaba en mis planes. Me enseñaron a confiar en quien tengo al lado, a quererlo y a defenderlo.

Lo más importante es que creí en mí mismo, porque desde el primer día creyeron en mí. Y la verdad.. Me la hicieron fácil, me allanaron el camino. Nunca más volví a huir porque lo que uno lleva dentro nos sigue donde uno vaya. Agradeceré eternamente a mis padres por todo lo que me permitieron, mi vieja con sus miedos pero siempre pensando que cada hora que estaba en el club era una hora menos en la calle, mi viejo acompañando, el que me compró la primer camiseta.

Nunca me gritaron quien debía ser ni dentro ni fuera de la cancha, y sacaron lo mejor de mi. Uno de mis primos me regalo mi primera guinda, fue la pelota que siempre llevé a la plaza, para poder jugar y ser yo mismo. Porque pude elegir lo que quería llevar…

Espíritu del rugby