Los valores dentro y fuera de la cancha

El rugby, para quienes nunca lo jugaron ni lo siguieron como simpatizantes, resulta un deporte casi inentendible. Para quienes sí lo hemos jugado, es una vacuna que prende para toda la vida. 

El reglamento del rugby, conocido como las Leyes del Juego, antes de adentrarse en las leyes, propiamente dichas, desarrolla los Principios del Juego. 

Estos Principios, refieren a los valores humanos que lo rigen, y que son el sustento, a las 22 leyes, que junto a las variaciones para menores y seven, regulan el juego. 

No es casualidad, ni un dato menor, que antes de desarrollar las reglas nos encontremos con estos principios, los cuales podrían considerarse tradiciones y costumbres añejas, pero se han sostenido a lo largo del tiempo, tanto en el amateurismo como en el rugby profesional y a pesar de ser valores centenarios, los mismos mantienen plena vigencia y aseguran un futuro para este deporte. 

Conducta y espíritu

En un juego donde es aceptable la presión extrema sobre el rival, la conducta de un jugador, es el límite, entre la presión aceptada por el reglamento y la posibilidad de lastimar a un rival. 

El espíritu, basado en la camaradería, amistad, respeto por las normas, los rivales y referee, obliga al jugador a cumplir con las reglas del juego y respetar los principios del fair play. 

El rugby es un deporte que les da la posibilidad a todos de jugarlo. El alto y el bajo. El gordo y el flaco. El rápido y el lento. Todas las personas, no importa sus características físicas, todos pueden ser parte del equipo. 

Un equipo se construye en los entrenamientos de la semana, en los partidos y en los terceros tiempos. Un equipo donde el jugador más destacado puede ser quien no haya tocado la pelota en todo el partido. Donde un grupo de jugadores, compuesto por 15 integrantes, se esfuerza para que uno termine luciéndose anotando el try. 

Un equipo donde sin solidaridad no hay futuro y donde no existen los salvadores. No existe un jugador que solo él, por sus acciones, pueda sostener a todo el equipo, sino que, sí o sí, se necesita del equipo. 

Equipo donde hay roles y funciones, donde hay líderes y hay “soldados”, donde hay tomadores de decisiones y quienes confían en esas decisiones y las apoyan. Y donde las amistades duran toda la vida. 

Quienes se forman de esta manera es muy posible que se manejen del mismo modo en la vida. 

Donde se respeten las reglas, donde nuestro competidor sea nada más que eso y no nuestro enemigo. Donde las decisiones se tomen pensando en el bien común y todos las apoyen por la confianza que generan. Donde la solidaridad no aparezca solo ante una gran catástrofe y sí pueda manifestarse y vivirla, en el día a día, en nuestra actividad regular. Donde el sentimiento de hermandad sea algo natural y no extraordinario. 

¿Podremos trasladar esta escuela de vida fuera de la cancha? 

¿Podremos vivir las leyes, como reflejo de los principios y valores que nos legaron los padres de nuestro país? 

Lindo desafío, ¿no?

Por Diego Dlugovitzky, referee entrerriano, especial para El Diario

Opinión

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