Esa pasión que se gesta de padre a hijo

Que sus hijos crezcan sanos y fuertes; siendo personas de bien; felices y que lleguen a realizarse en la vida, son tan solo algunos de los tantos deseos que un padre puede tener.

La pasión por un deporte muchas veces se transmite de generación en generación y son decididamente pocos los casos en los que un mismo sentimiento es compartido por un papá y su primogénito en un campo de juego, actuando para un club bajo reglas claras de una disciplina determinada.

No es común ni corriente que padre e hijo puedan materializar el anhelo de compartir un mismo equipo, vistiendo la camiseta de la entidad de sus amores a través del deporte que aman.

No obstante, en Entre Ríos hubo momentos semejantes en los que dos o tres franjas etarias diferenciadas aunque de la misma sangre, alcanzaron a defender al mismo tiempo un idéntico color de casaca.

Son ejemplos que no abundan, llaman la atención y cobran particularidad más allá del partido o de las instancias en las que se presenten.

Entre otros casos, en los últimos años se encontraron en el Plantel Superior del Club Tilcara, Eduardo Squilaci con sus hijos Renzo y Gastón; Dardo con Federico Chaves o Gabriel con Facundo Marchetta. En el Paraná Rowing Club, Juan Carlos Lerena se dio el gusto de compartir pasajes únicos junto a sus hijos Lucas e Ignacio. En el Club Atlético Estudiantes, un referente como Juan Antonio Rosas Paz se entrenó, aún retirado, para volver a ficharse y llegar a jugar con Juan Segundo. Asimismo en Viale, Luis y Mariano Comas fue la dupla padre-hijo que prevaleció en Camatí. Y tantas más, que seguramente habrá en el rugby entrerriano…

UNA CONQUISTA ESPECIAL

En 2016, Eduardo Squilaci cumplió el sueño que tuvo desde que fue papá, que era jugar junto a su hijo Enzo.

“De ese jornada no me olvido más. Fue el 11 de junio, jugando en Pre-reserva frente a Rowing en La Tortuguita, por el Regional del Litoral. Sé que ganamos, aunque no me acuerdo el resultado… Y será difícil recordarlo, ya que ese día la emoción me invadió por completo”, contó.

Pese al orgullo de haber llegado al objetivo propuesto, en aquella oportunidad, Wally supo que tenía otro techo por alcanzar: jugar no solo con Enzo, sino también con Gastón, su otro hijo que pedía pista desde las divisiones juveniles.

Esa vez, el actual dirigente y jugador Verde prometió redoblar la apuesta y entrenarse para consumar su deseo, lo que consiguió el pasado 18 de agosto en El Quincho de la Ruta 18.

“Toda esta idea empezó allá a fines de 2014, en la Gira Juvenil de cierre de temporada, en la que por primera vez Enzo y Gastón jugaron un partido juntos. Viéndolos al costado de la cancha no pude parar de llorar. Y allí empezó a rondar en mi cabeza esta locura de volver a entrenarme y ver qué podía pasar. A inicios de 2015 empecé a correr otra vez y para mi cumpleaños de 46, en septiembre, volví a entrar a una cancha después de 20 años”, expresó.

“A mis casi 49 años tuve la satisfacción de encontrarme junto a mis hijos Enzo y Gastón dentro de una cancha de rugby, en la Pre-reserva de Tilcara. Nos tocó perder el partido, pero por primera vez no me interesaba el resultado. A pesar que estaba cansado, deseaba que el árbitro no pitara nunca el final. No encuentro las palabras justas para explicar mis sensaciones sobre ese momento”, sostuvo.

NUNCA DARSE POR VENCIDO

El tercera línea Juan Antonio Rosas Paz, más conocido en el ambiente como Juanito, es uno de los referentes del rugby entrerriano y ha sido sin lugar a dudas, uno de los mejores de todos los tiempos. Si bien su hijo, Juan Segundo, se desempeña como wing o fullback, le sigue sus pasos y él, no quiere perderle pisada.

En marzo de 2016, cuando el juvenil Juanse comenzó a sobresalir por su velocidad y sus condiciones físicas, empezó a ser convocado a distintos seleccionados nacionales. Por consiguiente, adelantó procesos y antes de tiempo hizo su debut con los mayores de su amado Club Atlético Estudiantes.

Al alertarse sobre el panorama, su papá, presidente de la Subcomisión de rugby del CAE que años atrás se había retirado de la práctica activa del deporte, vio la oportunidad ideal para volver y darse el gusto de jugar con su hijo. “Voy a empezar a entrenarme con tiempo para llegar con ritmo a fin de año y poder compartir algún equipo de Seven con Juanse”, había prometido el interminable Juanito.

“Es un anhelo jugar los dos juntos con la camiseta del CAE. Desde que él tenía dos años, entraba en mi bolso y se metía en mis entrenamientos. Desde ahí estuvo siempre ligado al rugby, al igual que yo. Entonces ser parte del mismo equipo, como padre e hijo debe ser inigualable”, concluyó.

Finalmente, ese sueño se hizo realidad. Fue el 29 de octubre de 2016, día en el que ambos jugaron un triangular de Seven en La Tortuguita.

“La verdad es que me veo reflejado en él, en la forma en que se toma el deporte. Lo hace con mucha dedicación y responsabilidad, sin dejar de lado claro está, sus demás obligaciones”, dijo Juan en referencia a su hijo. “Es un orgullo para mí verlo jugar, practicar, correr… Tal como me pasaba a mí, él no quiere que nadie lo supere en los entrenamientos físicos. Y después, contrariamente, él es el tipo de jugador que a la gente le gusta ver (risas…) ¡Se parece más a Santiago Cordero o Juan Imhoff que a mí, sin dudas! Una vez que toma la pelota, es probable que desequilibre, que sorprenda”, añadió el ex tercera línea.

Por su parte Juan Segundo hizo alusión al recuerdo que tiene de su padre como jugador. “Recuerdo que era muy tackleador, le gustaba defender. Asimismo me acuerdo que era un apasionado por el entrenamiento y por el grupo de compañeros que tenía”, dijo el juvenil que este año debutó con Los Pumas 7’s en el Circuito Mundial de Seven, en París y Londres.

LA TRILOGÍA

En el Paraná Rowing Club, los Lerena son actualmente una trilogía. Juan Carlos, de 52 años, comparte además de las charlas de padre a hijo, los entrenamientos y partidos con Lucas (27) e Ignacio (24).

Juanqui conserva un estado físico privilegiado y es actualmente, uno de los jugadores más grandes en estar fichado en la Unión Entrerriana. Sus condiciones le dieron la chance de esperar a sus hijos y compartir el pack de forwards, pese a que el puesto de hooker titular, haya quedado en manos de su hijo mayor.

En la misma entidad, a fines de los 90’, Tomás Caíno alcanzó a compartir equipo en Rowing con su hijo Rodrigo, en el marco del Torneo Provincial de aquel entonces.

EL CASO LEGUIZAMÓN

El experimentado tercera línea de Los Pumas y Jaguares, Juan Manuel Leguizamón, tuvo el honor de jugar en la Primera División de su club de origen, Santiago Lawn Tennis, con su papá Juan Carlos y su hermano Gonzalo.

Tori, su padre, jugó hasta pasados los 40 y con sus hijos se desempeñó durante casi toda una temporada completa, hace cerca de 20 años.

(Fuente: El Diario. Foto principal: Gero Uranga / Secundarias: Prensa PRC – Prensa Tilcara)

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