El rugby es un juego de valores como bien lo describe Lalo Galán en su libro con el mismo título y uno de esos valores es la honestidad que desecha y condena la trampa. La trampa puede darse de muchas formas y no hay ninguna que no sea consiente o que algunos pretendan juzgarla de involuntaria.
Todos quienes avalen la trampa son cómplices y por lo tanto tramposos, uno de los motes más desagradables para cualquier persona que se precie de ser gente.
El torneo de las Tres Uniones (USR; UER; URNE) ya venía cargado de varias cuestiones verdaderamente penosas y para mi inadmisibles, pero ante la pasividad de los intervinientes se desarrolló hasta ahora con relativa normalidad.
Claro solo fue hasta ahora, porque luego del partido jugado en Resistencia entre Sixty 16 – La Salle 19, surgió una gravísima denuncia acompañada de video por parte del local aduciendo mal inclusión de un jugador lasallano que aparentemente se encontraba suspendido.
Lamentablemente no hay información oficial al respecto, como ocurre habitualmente ante este tipo de cosas, pero se sabe que la denuncia llegó a las tres Uniones y no ha habido acción hasta ahora lo que ahonda el misterio y demuestra seria inoperancia dirigencial.
No hemos visto el video, desconocemos quien es el jugador denunciado, si finalmente es como dice la denuncia o no, o cualquier otra alternativa, ante el inusitado silencio de los dirigentes, que no dejan de tomarse la cabeza y decir que es grave en privado, pero hacen mutis por el foro cuando se los consulta públicamente.
Mientras tanto la USR comunico vía correo electrónico y parte de prensa unas semifinales el sábado, saco una fe de erratas el domingo desdiciéndose y finalmente contradiciendo el reglamento publicado antes del inicio, dio a conocer otras.
Hay síntomas que algo raro pasa. La USR que los jueves suele tener información de lo ocurrido el fin de semana anterior y las programaciones del próximo, a esta hora (17,25) no tiene nada en su sitio oficial en internet.
La cuestión es que sea admisible o no la denuncia de Sixty, la pelota esta manchada.
Por Manuel Arrías