El planeta rendido a sus pies: ¡Sudáfrica es el campeón del mundo!

Los Springboks vencieron 32-12 a Inglaterra en el Yokohama Stadium y de esa manera, alzaron el mítico trofeo William Webb Ellis por tercera vez en su historia.

Durante los primeros minutos, Sudáfrica sorprendió a propios y extraños arrebatándole la posesión al seleccionado inglés, dominando incluso ampliamente en lo territorial.

Al minuto de juego los Springboks tuvieron su primera chance en los pies de Pollard, con un penal que resultó fallido. No así a los 9’, que por la misma vía sumó los primeros tres puntos del encuentro.

No obstante Inglaterra no dejó ir el tanteador y a los 20’, en su primera situación favorable en campo rival, Owen Farrell le aportó la igualdad al resultado parcial con un penal.

El desarrollo del pleito hasta entonces fue tan vibrante, físico y emotivo que tuvo de todo, menos tríes. Cambios obligados por lesión, penales inauditos y detalles librados al azar. Luego llegó el intercambio de penales.

A los 25’ y con un nuevo kick, Pollard volvió a poner a su equipo arriba y diez minutos más tarde, Farrell empardó nuevamente los guarismos de una entretenida final. Otra vez Pollard sumó desde una difícil posición, a los 38’ y a los 42’, para sentenciar al marcador a la hora de ir al descanso y ponerlo 12-6.

En el complemento el partido comenzó con la misma tónica y con Pollard sumamente inspirado. Casi desde mitad de cancha estiró la historia a nueve puntos de ventaja. El rigor físico del encuentro no permitía respiro.

La tercera línea inglesa fue clave en esa parte del choque en la generación de errores no forzados por parte del adversario. Farrell con un penal más, dejó el score 15-9 y a más de 20’ por jugar, todo estaba abierto.

Un nuevo intercambio de penales dejó el marcador 18-12, a los 20’. En tanto, en una de las mejores jugadas del encuentro y una combinación excepcional, Mapimpi logró apoyar para comenzar a sentenciar la final y ponerle un dueño.

El 25-12 a falta de 12’ por jugar, hablaba prácticamente a las claras de que sólo un milagro salvaría a los ingleses.

La presión sudafricana ahogó al elenco inglés y a falta de seis para cerrar el partido, Kolbe se hizo con la pelota y sentenció el marcador con un nuevo try, llevándolo a una distancia inimaginable.

Poco restó para el cierre y para que el sueño de una nación que respira rugby festeje en lo más alto.

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