Recuerdos

Son muchos los recuerdos que tengo del rugby. Otros tantos que no lo son, o sea: dejaron de serlo…

 POR JORGE MAZZIERI

 -Entonces no se definen como recuerdo.

-No, claro, se esfumaron.

-¿Por dónde andarán?

-No lo sé. Hoy, entre los que golpean mi corazón, está éste. Espérenme, voy a ver bien cómo era, se lo preguntaré.

-¿A quién?

-Al Boris. Ya vuelvo.

Era de noche, y mucho el vapor que salía de las bocas. La posibilidad del cero grado existía. Aquella Cuarta división, como todas las otras que componían la plantilla, se entrenaban en la cancha de hockey. Estoy hablando del inolvidable Córdoba Athletic Club. Había una sola luz. La prosperidad de las colectas hizo que un par de años después apareciera la prolongación y se convirtieran en dos los palos con las respectivas pantallas.

Crear el hábito. Hoy no sé si lo habíamos leído o algún otro entrenador nos lo había indicado. Como sea, la cuestión era que la reiteración del ejercicio durante un tiempo al que todavía hoy no se ha llegado al límite, esa destreza se convirtiera en un hábito. Me estoy refiriendo al famoso pase. Las pelotas eran dos. Al poco tiempo fueron tres. Para que se transformaran en cuatro las pelotas con las que podíamos contar, tuvimos que diagramar con justeza los horarios (día y hora) de las tres divisiones existentes: Primera, Reserva y Cuarta. Vuelvo al tema. Luego del calentamiento y de los ejercicios físicos básicos, que debían ser interpretados estos como preparación física, se hacían dos filas que al trote pasaban la pelota. La única luz estaba en el costado más cercano a las canchas de tenis. El ejercicio constaba de varias vueltas en la cancha de hockey, y la zona de las sombras, mayoritaria por cierto, era la de máxima dificultad, lo que hacía que buena parte de los pases se los concretara de manera intuitiva. Luego con una pelota se quedaban los tres cuartos y con la otra, los delanteros ejercitaban el line. Después pasaban a la mansadora para el scrum. Los backs, además del pase, tenían un par de maniobras más con las que se trataba de aumentar la dificultad, por ejemplo elevar la velocidad: en la carrera, en los pases y en los relevos.

Lo dicho, con los delanteros íbamos al poste de la luz a practicar el line. La pelota se lanzaba al segundo y al cuarto hombre de la hilera. Después, pasado un par de años, vino el sexto con el correspondiente barrido del hoocker. La echaba el wing. Pero esa es otra historia. Cuando se pudieron utilizar las tres pelotas creamos la dinámica del lanzamiento y el salto, algo que no se hacía durante más de diez minutos. Los backs, mientras, hacían sombra con la defensa, marcación y tackle. En esos diez minutos con la hilera, a veces, elevábamos el ritmo. La fila corría unos metros ida y vuelta hasta el paredón de la pileta (no había barandas) y se acomodaban rápidamente de nuevo en el line. El echador los esperaba con las tres pelotas. De a una y a la orden del medio, el saltador sería el segundo o el cuarto. El medio era el que recibía y él mismo se la pasaba al jugador auxiliar que estaba parado al lado del echador. De tal manera se conformaba un circuito en el que, entre otras cosas, la atención de los jugadores debía establecer que el movimiento no se cortara. Así el echador debía tener siempre una pelota en sus manos y el auxiliar por lo menos dos. El implemento volaba. Las estaciones: echador, saltador, medio scrum, auxiliar era una suerte de correa con sus poleas y que, en la media luz, sólo se escuchaba la orden del medio y el jadeo de los jugadores. Se conseguía concentración mental y el mejoramiento de la técnica. Por ahí el entrenador ordenaba apurar el ritmo lo que hacía ajustar aún más esos dos aspectos: la concentración y la técnica. Era por cierto interesante. El circuito echador, saltador, medio y auxiliar funcionaba ya como un hábito. Una noche, cuando el ritmo era alto, desde el echador voló un gato. El saltador lo vio venir y en un acto reflejo esquivó al felino que iba con las cuatro patas hacia adelante mostrando sus uñas. Los pelos de la panza divididos en dos por el aire, lucían cual coqueto peinado.

Opinión