La ovalada embarrada

Diversos sombríos detalles para el espíritu de nuestro deporte, dejó el justo triunfo de Estudiantes sobre Rowing por 16 – 7, dado el último sábado en un cotejo que dejó entrever que lo que pareció haber sido una verdadera fiesta del rugby en cuanto al espectáculo, se vio quizás hasta manchada con algunas perlitas.

Y pensar, que todo comenzó en la previa al trascendental encuentro disputado en La Tortuguita con irrisorias pero sinceras preguntas de un alto directivo entrerriano hacia otro, de más valioso rango aún. “¿Por qué juegan hoy Rowing – Estudiantes?… ¿Qué pasa con el que gana?”… “¿En qué marco se da este partido?”, indagaba desde el palco el desprevenido representante del rugby provincial.

Parece un chiste, pero no lo es. Es penoso que quienes pretenden conducir los hilos del deporte estén desinformados sobre el presente del mismo deporte en la región.

Nuevamente y aunque resulte difícil hacer alusión a ello, el debe pasó por el comportamiento de algunos en las tribunas y los cánticos de agravio a los clubes y hasta a determinados jugadores, que de hecho no cesaron durante casi todo el pleito.

Las hinchadas, fueron más el tiempo que le dedicaron a los cánticos de agravio e insultos al rival que al aliento a sus equipos.

Lo peor, fue que ningún directivo se acercó a frenar ese accionar. Se hizo caso omiso a la cuestión, del mismo modo que había sucedido en el choque de ida, llevado a cabo el 4 de mayo en el Parque Urquiza.

Hubo cerca de 3.000 espectadores. Mucho público local y visitante, aunque claro está, el espíritu del rugby no entiende ni debería entender de esas divisiones. No es necesaria la separación de tribunas.

Los de afuera son de palo.

La puja entre los jugadores es totalmente entendible en el partido. Cada uno quiere dar todo de sí para que su equipo consiga la victoria.

Las pulsaciones elevadas y la tensión, es respetable y solo los propios rugbiers son los que pueden hacer esto manifesto y los que van a entender cada situación.

No obstante, sumamente repudiable es el diálogo de jugadores con el público en pleno transcurso del juego. 

Las señas y los insultos de adentro hacia afuera, están demás. Eso no puede ser parte del rugby.

Asimismo, es loable el amor de un padre a un hijo, pero que el primero intervenga en los sucesos que involucren al segundo dentro del campo, no es valedero. Menos, si es en búsqueda de agraviar a rivales con actos de violencia.

En síntesis.

Los hechos son o no. Muchas veces, está perfecto que se den para que puedan ser corregidos. Aunque en este caso, Estudiantes – Rowing tuvo en la temporada su segunda chance de que lo malo que haya sucedido en el Parque Urquiza el 4 de mayo mejore y eso no pasó. El sábado pasado, fue la ocasión ideal para que las dirigencias se hagan cargo de exigir a sus propios simpatizantes, el respeto por el adversario.

Esto es rugby. Amistad, disciplina y solidaridad. Cada encuentro debe ser razón de disfrute. No de pelea. Que el rugby no se contamine.

Es hora de que quien crea sentirse identificado, tome cartas en el asunto.

No dejemos caer los valores de tan rica filosofía de vida. Intentemos enaltecer el rugby.

No embarremos la ovalada.

Por Gabriel Baldi

Opinión

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