Japón, el lugar donde la organización vence al tiempo

Dicen que la organización vence al tiempo. Y ese, es el mecanismo que al parecer utilizan en Japón, tanto en el marco de la Copa Mundial de Rugby como en el día a día de una sociedad que avanza a pasos agigantados.

Las distancias a recorrer de un punto a otro en cada ciudad sede de la novena edición de la cita ecuménica, demandan afrontar varios kilómetros. Sin embargo, el sistema de metros, subtes, trenes, colectivos o incluso taxis, funciona a la perfección y con una distinguida puntualidad.

Puede que el transporte no sea barato, pero que actúa de la mejor manera, nadie podría negarlo.
La cordialidad de los japoneses merece un reconocimiento singular. Es que en el país del sol naciente, el respeto es la base de la convivencia. Los derechos de cada ciudadano terminan donde comienzan los del otro. Un paradigma que es respetado a raja tabla.

La educación es una prioridad que incluso está por encima de los recursos naturales que ostenta la nación. En eso y en el conocimiento, Japón basa su crecimiento.

EL MUNDIAL SOBRE RIELES

Los trayectos en Japón se acortan con los trenes. El Shinkansen, el famoso tren bala, se vuelve un atractivo turístico casi obligado.

Con varias paradas incluidas, la formación puede recorrer unos 600 kilómetros en tres horas y dirigirse a una velocidad que promedia los 300 km/h.

La clase económica, incluso, cuenta con asientos sumamente confortables, que poseen a su vez toma corriente y puertos USB.

El tren, en todas sus variantes, puede que sea en Japón, el medio de transporte más utilizado.
El camino de Los Pumas en la vigente Rugby World Cup, comenzó en Tokio, siguió en Osaka, volvió a la ciudad capital y prevé finalizar durante la fase regular en Kumagaya.

Todos los trayectos, pueden realizarse con el sistema que ofrece la Japan Rail Pass. Se trata de un pase que se compra con su debida anticipación por un período determinado y puede utilizarse cuantas veces uno quiera en los sistemas adheridos, que son la gran mayoría.

Por lo general, una cobertura mundialista no solo demanda seguir a un único seleccionado, sino también invita a presenciar diferentes partidos en distintas localidades, conocer costumbres y culturas de cada región.

Unas 10 de las 12 megasedes que presenta el Mundial, están situadas en imponentes estadios de ciudades del centro al sur del país. Por lo tanto, puede realizarse un periplo abarcativo que incluya los puntos salientes de cada lugar con suma facilidad.

Por ejemplo, sería imposible visitar Tokio y relegar el barrio de Shibuya, con el cruce peatonal más famoso y concurrido del mundo o tomarse una foto con la estatua del perro Hachiko. Del mismo modo, recorrer el tradicional entorno de Asakusa con el templo Senso-ji, los bares típicos a un lado y el río sumida del otro se vuelve una gran iniciativa.

El movimiento de Shinjuku o Roppongui, la delicadeza de Ginza y las rarezas de Akihabara o Jarajuku, son una constante.

En las cercanías a la capital, Nagoya, Toyota y Yokohama también proponen lo suyo, con sus templos y parques característicos, al igual que la histórica Kyoto con sus conocidas geishas.
En Osaka, sería imposible dejar de disfrutar de los canales y la acción de Dotonbori, donde se concentra la masa.

El puerto de Kobe y sus montañas, parecen un paisaje pintado.

HIROSHIMA, UN CAPÍTULO APARTE 

Por otro lado, un capítulo especial, merece la emblemática Hiroshima, una parada casi obligada al acercarse a Osaka -donde Los Pumas se midieron ante Tonga- y al dirigirse hacia el sur.

El recorrido por la ciudad se dio a raíz de la cobertura mundialista aunque en la ocasión, en el lugar no hay rugby. Sin embargo, levantarse ante la adversidad ha sido uno de los propósitos en común que tanto el rugby como la comunidad nipona supieron transmitir.

En 1945, los japoneses vivieron la tragedia de las bombas nucleares que cayeron sobre los puertos de Hiroshima y Nagasaki. En menos de un segundo tras la detonación, el norte de la ciudad de Hiroshima quedó destruido y se calcula que unas 80.000 personas murieron.

Un 80% de esta ciudad ubicada en la isla de Honshu -al sur de Japón- quedó devastado. A lo largo de los años, con un esfuerzo mancomunado con la nación, la localidad supo reconstruirse, renacer.

Lejos de olvidar y sentir en lo más profundo aquel trágico y emblemático suceso de la Segunda Guerra Mundial, en la actualidad, la vida parece haberle ganado a la muerte y la esperanza a la desazón, con unos 1.174.000 habitantes que transitan las calles de la ciudad con un ritmo vertiginoso, tal como el de toda gran urbe.

No existe ninguna ciudad desértica ni fantasma, pese a que los recuerdos perduran con el paso del tiempo fundamentalmente en el Monumento de la Paz, en el Parque Memorial o en los vestigios del suceso.

Un gran ejido urbano se levantó entre las cenizas y el metro, los tranvías, el tren y los taxis, le dan un movimiento permanente a un lugar tranquilo pero a la vez, con variadas propuestas para los locales y turistas.

UNA NUEVA ERA

El pasado, presente y futuro se conjuga a la perfección en Japón. Es que desde el modo de entender la vida, su historia y su cultura, el país está envuelto en tradiciones que ponen fin a la era Heisei y da inicio a la de Reiwa, con lo que se abre una nueva etapa histórica.

Esta era, conocida como “Bella armonía”, establece un periodo nuevo en una nación ultramoderna y tecnológicamente avanzada, pese a ser una sociedad que nunca marginó su cultura imperial.
La cortesía de los locales y la variedad de propuestas en cada rincón de las ciudades, hacen de Japón una tierra de encanto, que bien vale disfrutar, en este caso, como muchos lo hacen, con el pretexto de una gran Copa Mundial de Rugby.

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